En los grises días, mientras deambula la tarde,
vibro en deseo cuando estás conmigo.
Desnudarnos es la consecuencia directa de nuestra presencia compartida,
y nunca es un dejà vu la renovada exploración visual de tu anatomía.
Tras la ventana el helado viento se presiente
incluso cuando no es real, porque lo inventamos porque sabe bien
recorrer nuestro calor abrasador bajo las mantas
presumiendo que allá afuera todo es frío.
Dos puntas buscamos uno y otro,
dos montes duros,
dos puertos.
Ahí es donde queremos ir, donde necesitamos,
donde recibimos y damos, donde temblamos, donde siento tu goce, donde te ofrezco el mío,
y la tarde monocroma vira una vez más, interminable.