Vestuarios. Recintos maravillosos tan ligados a mi juventud en tiempos de tempestuosos despertares sexuales. Entonces, los vestuarios fueron para mi un mundo maravilloso donde algunos interrogantes se develaron, donde vi por primera vez a un hombre completamente desnudo, donde aprendí a apreciar -como quien recorre una galería atrapante- los deliciosos encantos del vello masculino.
Rodeado de hombres sin ropa, mojados de ducha, observados clandestinamente, temeroso de ser descubierto pero también excitado por el peligro de ser descubierto, el momento de los vestuarios era mi tiempo preferido del día.