Desde el anonimato de un mínimo cubículo, atreverse a la aventura de lo que atravesará ese hueco de las maravillas, suscita una mezcla de emociones, adrenalina, peligro, el morbo de lo sórdido..., y siempre la excitación por el aleatorio regalo sexual a degustar. Tal vez sintamos indecisión o temor, es normal, a fin de cuentas, uno no sabe si se estará comiendo a su jefe, a ese vecino insoportable... o a su propio sobrino. Pero eso sí, si todo sale bien, el momento será glorioso.
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