Desde las épocas en que los juegos infantiles nos llevaban al desván y con aquel primito compañero de juegos (de "otros" juegos), nos mostrábamos los pilines con la curiosidad exaltada por la mutua emoción, nunca dejé de excitarme ante el encuentro de sexos masculinos. El juego sigue en la edad adulta, crecieron volúmenes y vellos..., y algo de esa complicidad latente, permanece inalterable.
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Entre hombres
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