He aquí la historia de Onán, según lo que leemos en capítulo 38 del Génesis:
"Judá tomó como esposa para su primogénito Er a una mujer llamada Tamar. Er, primogénito de Judá, fue malo a los ojos de Yavé, y él lo hizo morir. Entonces Judá dijo a Onán: 'Cumple con tu deber de cuñado, y toma a la esposa de tu hermano para darle descendencia a tu hermano.' Onán sabía que aquella descendencia no sería suya, y así, cuando tenía relaciones con su cuñada, derramaba en tierra el semen, para no darle un hijo a su hermano. Esto no le gustó a Yavé, y también a él lo hizo morir."
Si bien este señor Onán no era exactamente un pajero (sino más bien un "coitusinterruptusero"), supongo que calificar habitualmente de "onanismo" a todo acto masturbatorio o de autosatisfacción sexual, viene a colación de lo de la "semilla derramada" que éste no tuvo problema en desperdiciar. Un temerario recurso que el pobre Onán pagó con su vida, después de todo. Desde esos tiempos bíblicos, desaprovechar la simiente viene aparejada de mortales anatemas y condenas a arder eternamente en el fuego del averno.
En fin. Si esto sigue vigente, me parece que todos aquí nos veremos en el infierno, porque aunque como todo el mundo nos encantaría irnos derechito al cielo, sería imposible renunciar a tan deliciosas prácticas de las cuales siempre estamos echando mano en cualquier momento.
Mientras esperamos nuestro juicio final, observemos a estos bonitos e insalvables onanistas.