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Channel: Vellohomo
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Domingo vintage

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Galería de celebridades sin camisa.
(velludos y no tanto)
Jon Hall

Humphrey Bogart

Alan Bates

Beau Bridges

Bekim Fehmiu

Ben Gazzara

Bobby Darin

Burl Ives

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David Janssen

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Dennis O'Keefe

Edson Stroll (izq.)

Farley Granger

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Sean Connery

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Steve McQueen (2)

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Tyrone Power

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Decreto para los últimos días del verano

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Galería de hombres en Speedo, sin dudas, un traje de baño que tendría que ser de uso obligatorio en todas las playas del mundo.
Empecemos a juntar firmas.













































Shhhh...!

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Reposo breve de una larga semana.

Por fin viernes...!

Domingo vintage

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Desacado de hoy


El peligroso atractivo de la zona oscura.


Miscelánea gráfica XXIII

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¡Buen día!
Bienvenidos a nuestra Miscelánea #23,
que hoy transcurrirá en torno a
ventanas,
 ventanales,
 colosos
 y hombres mono.








Jimmy









Al


Alan Rickman





Los modelos de American Gothic (Grant Wood, 1930)



Andy Warhol & Parker Tyler





Japón

Turquía

Persia






Jehan Duseigneur: Roland furieux












Aaron Copland & Pierre Boulez




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Richard






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Bruce Bennett

Buster Crabbe (Tarzan the Fairless)

Buster Crabbe (2)

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Tarzán, by Frazetta

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Mike Henry (3)

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Travis Fimmel

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“The best time I ever had with Joan Crawford
was when I pushed her down the stairs in
‘Whatever Happened to Baby Jane’ ”

Bette










Bill Haley's Comets





Bill Cable


Bo Hedges















































F. Holland Day (1909)

F. Holland Day (1907)

Gaudenzio Marconi (1870)

George Hoyningen Huene

George Platt Lynes

Guglielmo Plüschow (fin de siglo XIX)

Thomas Anschutz (1880)

Vincenzo Galdi

Will Mc Bride

Wilhelm von Gloeden



















“Les Oréades”, William-Adolphe Bouguereau, 1902


- Fin -

Ensueño

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El torso desnudo en todo su esplendor.










































El empleado del mes

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Especializado en trabajos rurales.


En la gloria

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Tiempo atrás, como inevitable variante de mis andanzas por las teteras de Buenos Aires, de tanto en tanto, me dejaba subyugar por el encanto irresistible de esos agujeros en los baños públicos. Eran pequeños huequitos que, gracias a pacientes trabajitos de perforaciones continuas, aparecían en las mamparas divisorias de los retretes conocidos. No pasaban de uno o dos centímetros de diámetro. No eran más grandes que eso, por lo tanto nada podía pasar por ahí, salvo la fisgona mirada de algún ávido espectador tanto de un lado u otro. A veces, los agujeritos apuntaban estratégicamente a los mingitorios, regalando un avistaje privilegiado sobre las vergas que por allí desfilaban. Me maravillaba que el cálculo justo de la perforación diera siempre la altura perfecta y otorgara el mejor ángulo posible de visión. Los códigos eran claros. Del otro lado, el hombre podía saber si estaba siendo observado o no, porque para quien entendía, el juego de luces y sombras era muy evidente, entonces la reacción era inmediata, comenzando un delicioso juego masturbatorio y exhibicionista. La sesión terminaba cuando el agujerito era rellenado con un taponcito de papel higiénico. Muchas veces, al volver de nuevo  a esos palcos donde el anonimato estaba protegido, uno se encontraba de pronto con que los huecos habían sido rellenados y obturados por los dueños del local, ¡oh!, lo que hacía que el peregrinaje en busca de nuevas ventanitas, recomenzara una y otra vez. Nunca, debo reconocerlo, practiqué el arte del glory hole, más allá de los excitantes contactos logrados, sí, por el espacio que quedaba por debajo de las mamparas. Debo decir que eso, no sé por qué, me daba más confianza que si hubiera tenido que  meter mi pene a través de un agujero. Miro ahora las escenas de esta galería como verdadero espectador, sin haber pasado por la experiencia de haberlas vivido, pero, lo que veo, me atrapa y me gusta, las imágenes me dejan el recuerdo de lo que mi juventud buscaba en esos paseos por los baños de la ciudad. Pero ese tema, amerita otro post.




 







































































Equinoccio de otoño

Destacado de hoy

Duros

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A pesar del otoño austral, estamos muy calientes.

















































Para dormir en paz

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No temo el arraigo de la soledad
en el derrumbadero de las tardes,
ni el desvalimiento de la cólera
que destruye a traición nuestra esperanza,
ni el agudo entrechocar de la erosión
en la conciencia alerta de mis huesos,
sino tu eterna ausencia repentina,
más grave y más amarga que la muerte.

 (Para dormir en paz, de Alfredo Buxán)

Domingo vintage

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18 del viril y peludo Joe Porcelli.




















Rodeado de hombres desnudos

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Rodeado de hombres desnudos
Parte I - Despertares


La historia de Rubén es la historia de una transformación.
Virar el devenir de los sentires podría ser interpretado como una verdadera transformación. También podría admitirse que las transformaciones no existen, sino que en realidad, y dada la naturaleza de lo que contaré, esta historia no trate más que de una conspiración de circunstancias propicias para que lo certero aflore desde lo oculto, y así, lo que habita escondido e ignoto a la vista de todo mundo, finalmente salga a la luz sin respetar forma adecuada ni tiempo esperado.
¿Pero qué es lo que creemos saber y qué es lo certero? Nos confundimos queriendo reconocer eso en nosotros mismos, pero cuanto más indago en ello, me doy cuenta de que la cosa es mucho más simple de lo que pensamos, al menos en la historia de Rubén. Y puede que haya más de una disquisición sobre lo que aquí se va a leer, más, seguramente coincidiremos en que los giros de ciento ochenta grados suceden, aunque eso ocurra una sola vez en la vida. Supongo que es un giro en una sola y contundente dirección, pues una vez iniciado, difícilmente pueda volver atrás.
Como dije, de Rubén trata esta historia.  Rubén era un desocupado más, un simple jefe de familia, esposa y dos hijos en edad escolar, un hombre común, uno más. Acababa de perder su empleo en una fábrica textil declarada en quiebra hacía unos meses, algo bastante común por cierto, y que de tan común se termina por aceptar como una cosa de todos los días. Rubén no llevaba bien, como es de suponer, este trance que le había tocado vivir. Y a los cuarenta y siete años se encontraba, más que nunca, tan perdido en la vida como si tuviera que empezar todo de nuevo. Tal sentimiento no estaba lejos de la realidad, en verdad le pasaba eso, sentía que en todos esos años, no había obtenido nada de aquello que se supone viene con la edad. Sí, era como el principio, todo otra vez. Día tras día, formaba filas y filas entre los cientos de aspirantes a los escasos empleos que diariamente se publicaban en el periódico, para ser rechazado por la misma razón que muchos. A su edad, todo se hacía difícil. Él decía "difícil", ocultándose a sí mismo la palabra "imposible".
Su mujer estaba a cargo de la portería en un edificio de departamentos. Gracias a eso tenían un techo y no habían caído en la indigencia. Pero Rubén estaba desesperado. Las deudas se acumulaban y su propia autoestima descendía tanto como su fe. Fue por eso que aceptó sin pensar aquella propuesta de trabajo que le había hecho el vecino del 4º "A", el señor Rivano, que administraba un gimnasio cercano al barrio. Rivano lo recomendó sin dudar, sabiendo que el dueño del gimnasio necesitaba personal. Rubén concurrió temprano al gimnasio cuando fue citado para la entrevista. La recomendación del administrador Rivano era más que suficiente y Rubén obtuvo sin problemas el esperado puesto. No sabía para qué fines iba a ser empleado pero supuso que seguramente iba a encargarse de la limpieza o algo parecido. No era cuestión de elegir, sabía que debía conformarse con cualquier menester, y afortunadamente  – se mire por donde se mire – le comunicaron que iba a estar a cargo del vestuario de hombres. A pesar de ser empleado nuevo el sueldo era bastante razonable, aunque tenía que trabajar toda la jornada y cobrar la mitad de su salario en negro. Rubén no estaba en situación de discutir nada, así que ni bien recibió la confirmación del trabajo se presentó el primer día, lleno de alegría.


Enseguida se abocó al trabajo: Rubén se encargaba de custodiar el guardarropa, de mantener el orden y la limpieza en el lugar, y de asignar armarios pagos para aquellos clientes que quisieran usarlos.
El vestuario era muy amplio. Varios bancos situados en filas paralelas, se distribuían en un gran salón con forma de ele. Al fondo había dos accesos: a la derecha el de los lavabos que precedían los baños, y el de la izquierda que daba a las duchas. También había un baño sauna que Rubén debía controlar todo el tiempo. El trabajo era muy simple, pero requería dedicación constante. Para eso, Rubén era mandado a hacer.
Día tras día, Rubén se acostumbraba rápidamente a su nueva actividad. Su mujer estaba más aliviada porque las cosas empezaban a estabilizarse. Por eso mismo, se resignaba a no ver a su marido en todo el día. Rubén llegaba a casa por las noches para cenar con ella e irse a dormir. Apenas podía estar con los niños y eso le causaba un cotidiano sinsabor. Sin embargo, todo en la familia parecía andar finalmente sobre ruedas.
Al principio, nada pasaba.
Pero cuando las cosas comienzan, inmediatamente siguen su propio curso, como el caudal de un río cada vez más torrentoso e incontenible.
Las jornadas fueron pasando y Rubén era ya personaje conocido por todos los asistentes del gimnasio que, según los días de la semana, iban pasando por allí con cierta asiduidad cíclica. Él hablaba con toda la gente, o al menos con quienes le daban conversación, un poco por no aburrirse en ese tedio cotidiano entre cuatro paredes, y otro tanto porque Rubén era naturalmente un hombre dado y simpático. Podía hablar desde temas relacionados con el clima, hasta los del alza del dólar, sobre el último partido de fútbol transmitido por televisión, o sobre aquella novela de Saramago que había leído en el verano.
El constante desfile diario de cada socio del gimnasio comenzó a ser para Rubén el pobre y único motivo de pasatiempo posible. Así, el hecho de reparar en ellos fue casi natural, diríamos. Por la mañana, estaban los que hacían aparatos y que partían después a sus trabajos. Los del mediodía, eran los que abrían la actividad de la piscina y las clases de natación. Por la tarde, había un público más variado. Después de las 17 venían los jóvenes y niños que salían de la escuela, y a última hora, los oficinistas, profesionales o comerciantes, que después de un día de trabajo, le dedicaban algunas horas al ejercicio, a nadar o a los tantos deportes que se practicaban allí. Eran los que usaban más el baño sauna, y a veces iban al gimnasio solamente con ese fin.
Puede decirse que el tedio fue la primera causa de todo, pues por sentirse aburrido, o por no tener nada que hacer, a Rubén no se le ocurrió mejor pasatiempo que observar más detenidamente a los visitantes del vestuario. Al principio le resultaba divertido fijarse en sus prendas de vestir. La induentaria de una persona se corresponde con su personalidad, su ocupación, su estatus social, cosas con las que Rubén se entretuvo un tiempo. Cuando esto lo aburrió nuevamente, pasó a observar los cuerpos que aparecían debajo de esas ropas. Una vez desnudos, y libres de esas etiquetas sociales, los hombres parecían todos iguales entre sí. No dejaba de ser interesante. Tal vez por eso comenzó a observar las diferencias dentro de esa aparente igualdad.
Entonces lo divertía reparar, por ejemplo, en los distintos tamaños de los penes que a diario desfilaban ante él. Hasta habíase inventado una clasificación ridícula pero muy entretenida: los de tamaño "S" (small), "M" (médium), o "XL" (extra large). Obviamente, cuando aparecía un "XXL", Rubén miraba mucho más de la cuenta, ya asombrado o incrédulo.
También empezó a fijarse en los distintos comportamientos según los casos: estaban los que se escondían de todo el mundo al cambiarse de ropa, tímidos y vergonzosos, y los que –tal vez por tener un físico envidiable – se mostraban desnudos por todo el recinto, como si por eso se les fuera a otorgar una cucarda al mejor porte. Otras veces esta postura egocéntrica no tenía nada que ver, porque muchos de los que gozaban con exhibirse sin tapujos no eran hombres hermosos ni sus cuerpos armoniosos. En este recreo de mostrarse como pavos reales, Rubén había advertido que los exhibidores también ejercían el rol de admiradores. Por supuesto, Rubén consideraba que esto respondía a una cierta tendencia que todos los hombres tenemos, más o menos, a la competencia natural entre machos.
Como si se tratara de una suerte de burócrata oficial de atributos personales tras el mostrador del guardarropas, empezó a fijarse y comparar alturas, colores de piel, edades, diferencias entre hombres lampiños o velludos y, sin darse cuenta, estaba cada vez más familiarizado con la anatomía masculina, pues está de más decir que Rubén era alguien extremadamente observador. Todos esos juegos que había comenzado como un descuidado y solitario pasatiempo, no fueron más que "ensayos" de lo que vendría irremediablemente después.

***

Pero hubo un día que, podríamos decir, fue definitivo. Fue aquel en que entró a trabajar el nuevo profesor de natación. Se llamaba Héctor y desde el primer encuentro le resultó muy simpático. Después de entablar algunas palabras, Héctor le dijo a Rubén que se verían a diario, pues él iba a trabajar allí casi todos los días. Mientras seguían charlando, el profesor de natación abrió su bolso y sacó una toalla y dos trajes de baño. Uno era un pantaloncito y otro un diminuto speedo. Rubén pensó: ¡Caramba!, va a ser divertido ver si este pedazo de hombre puede meter su humanidad en esa diminuta cosita. Y es que Héctor era un hombrote de casi dos metros de estatura y un cuerpo atlético que llamaba la atención. Un hombre que sin ser un adonis – pues su cara no era realmente bella – resultaba altamente atractivo y masculino. Así que Rubén, quedó, casi sin darse cuenta, a la expectativa de lo que pasaría.


Héctor se fue quitando la ropa. Vestía informal y muy a la moda. Ropa cara y de marca, Rubén ya había observado todo eso. Al abrir su camisa, apareció un torso generoso y bien definido. Dos pectorales bien abultados sin rastros de vello alguno, coronados con pezones redondos y muy rosados. Su abdomen era realmente espectacular: abdominales marcados en varias capas y desde el ombligo una fuerte línea de pelos negros que se perdían debajo de sus vaqueros desabrochados. Acomodó su camisa en la percha que le había alcanzado Rubén mientras seguían comentando algo sin importancia, Héctor se bajó los pantalones y sus bóxers blancos también se bajaron un poco. Se dio la vuelta y Rubén no pudo evitar mirar lo que asomaba debajo de esa blanca ropa interior. No tuvo que imaginarse mucho, pues Héctor se quitó enseguida los bóxers quedando desnudo por completo. Rubén miró atentamente el bellísimo trasero del profesor de natación. Era perfecto. Abrió los ojos, estupefacto, y aunque hubiese querido, ya no pudo dejar de mirarlo. Dos glúteos enormes, que se ensanchaban y entroncaban con esos pilares sólidos que Héctor tenía por muslos, una raya recta, apretada y larga dividiendo en dos la blancura de su piel firme, algunos vellos que asomaban y se espesaban hacia el secreto interior; todo ese conjunto, hizo que algo se moviera dentro de Rubén.
Claro, él aún no sabía que estaba sucediendo, porque tampoco se había alarmado por el hecho de no poder apartar sus ojos de aquel culo encantador. Héctor tomó su toalla y se dirigió hacia las duchas, perdiéndose tras su sonrisa. Rubén respiró hondo, se pasó una mano por la frente y experimentó un leve temblor.
Pero no tuvo tiempo de pensar en eso porque enseguida entraron dos hombres más al vestuario. Venían hablando de fútbol tan acaloradamente que casi no repararon en su presencia. Rubén les alcanzó unas perchas numeradas y volvió a su puesto detrás del mostrador. Los dos hombres, vociferando y discutiendo penales, estrategias de juego y cosas por el estilo, acomodaron sus bolsos y empezaron a desnudarse. Rubén enseguida los observó. Ambos tenían como treinta años. Uno era bastante más corpulento que el otro, pero el otro era más alto. Pronto estuvieron desnudos, y así, en pelotas, seguían discutiendo cada vez más compenetrados en determinar si el director técnico Fulanito tenía que seguir estando a cargo de su equipo preferido o deberían cambiarlo por Menganito. Rubén no dejó de mirar sus cuerpos. Pero ya no le daban ganas de entretenerse con su jueguito clasificatorio. Estaban de espaldas a él, así que sus ojos fueron directamente a sus blancos culos. El hombre alto era bastante peludo, por lo que llamó su atención la cantidad de vello que cubrían esas dos nalgas tan bien formadas. El otro, lampiño, de altura mediana, ostentaba un culo aún más sobresaliente que el de su amigo. Rubén se preguntó cuán suave sería al tacto esa piel tan blanca y lisa que tenía delante suyo, a escasos metros.
En ese pensamiento estaba cuando se dio cuenta de que Héctor ya había salido de las duchas y venía secando su cuerpo desnudo. De pronto Rubén no sabía a quién mirar. Pero era ya evidente que una extraña curiosidad se había apoderado de él. ¿Curiosidad? ¡Nunca había tenido "esa" curiosidad! Héctor terminó de secarse y estaba dispuesto a enfundarse en su speedo. Entonces quedó bien de frente ante Rubén. Las proporciones de su sexo lo dejaron boquiabierto. Sin dudas, se trataba de un indiscutible tamaño "XL", pensó. La pregunta siguió vigente en su mente ¿Cómo metería todo eso en el traje de baño? Héctor metió primero una pierna, luego la otra... y fue subiéndose cuidadosamente el speedo hasta la cintura. ¡Sí, le costó! No fue fácil acomodar ese par de bolas enormes y luego esa verga que parecía una morcilla, y tampoco le fue fácil ocultar bajo la tela, aquella cantidad de pelos negros que parecían querer disgregarse por los costados. Pero, ante el asombro de su atento observador, Héctor terminó de ubicar muy bien sus abultados atributos en la diminuta prenda. Era evidente que estaba habituado a eso. Encima se colocó los pantaloncitos, y saliendo, saludó muy sonrientemente.
Del otro lado los dos hombres que ya se habían vestido con sus ropas deportivas, entregaban a Rubén sus bolsos en custodia y salían también, a tiempo que entraba un grupo de jóvenes al vestuario. También Rubén los observó y casi automáticamente se puso a comparar todos los cuerpos que tenía ante sí. Eran cinco jóvenes que no tendrían más de dieciocho años. Lucían vigorosos, enérgicos y todo el tiempo bromeaban entre ellos. Venían de entrenar, absolutamente sudados y evidentemente cansados. Pronto quedaron también como Dios los trajo al mundo y para Rubén fue un festín fijarse en cada uno de sus culos. Sí, eran hermosos, pensó. Distintos a los que recientemente habían atrapado su atención. Estos eran tersos, casi femeninos, y tal vez fue por eso que tampoco dejó de mirarlos un segundo, tal vez fue por eso que instintivamente, casi como por reflejo, Rubén llevó su mano directamente a su entrepierna y acarició su incipiente erección.
Pero ¿qué estaba haciendo? ¿Qué encontraba de excitante en todo eso? No lo sabía, y todo en su cabeza se confundía un poco. Miraba esos culos blancos y era como imaginarse virginales señoritas desnudas. Sí, había mucho de atractivo en eso... ¡pero eran varones! Rubén estaba un poco perplejo, pues si bien hacía un tiempo ya que trabajaba rodeado de hombres desnudos, era la primera vez que reparaba en ellos de "otra manera". Y minimizó el asunto cuando disfrutó con ellos el remanido ritual del juego de las toallas. Los jóvenes empezaron una batalla de toallas enroscadas corriendo tras la primera nalga que tuvieran a la vista, desnudos por todo el vestuario, vociferando y gritando alegremente. Rubén sonreía tiernamente, pero también hubiera querido participar: castigar esas nalgas vírgenes, y ser tocado también por esos látigos sustituidos, como si volviera a ser joven de nuevo. Los chicos finalmente desaparecieron en las duchas y todo terminó.
Rubén tenía una erección muy fuerte. Se quedó detrás del mostrador, esperando a que su sexo se apaciguase. Se puso colorado y se abrió la camisa un poco, como para tomar aire.
En el fondo del vestuario, agazapado en la última fila de bancos, había un hombre de bigotes que no había visto entrar. Se intimidó un poco al descubrir que le clavaba la mirada por un segundo. Rubén siguió haciendo sus cosas y restó importancia al asunto cuando el hombre entró también a las duchas. Fue cuando se dio cuenta de que su erección había desaparecido.
Sí, ese fue el primer día en que Rubén notó un primer cambio. Por la noche, al llegar a su casa, saludó a su esposa, se sentó a comer, y contrariamente a otros días en que comentaba los pormenores de la jornada, se quedó pensativo y callado todo el tiempo. De todos modos, pensó, “mañana será otro día”, y los episodios de hoy, tan raros, quedarían en un curioso anecdotario secreto y olvidado.

***

Por eso al día siguiente, Rubén regresó como cualquier otro día a su puesto de trabajo. La primera persona que entró al vestuario fue el afable profesor de natación. Héctor no venía solo, estaba acompañado de uno de los profesores de gimnasia, Gabriel. Hablaban entre ellos, y así se dirigieron a una de las bancas. Rubén los saludó y por un momento participó de su charla. Creyó que todo acontecía como todos los días, pero al volver al mostrador, nuevamente quedó sorprendido de sí mismo por el creciente interés que ponía al verlos desnudarse.
Nunca había reparado en Gabriel. Se preguntó por qué ahora no dejaba de observarlo. Gabriel se quitó toda la ropa y quedó desnudo antes que Héctor, que era de movimientos más parsimoniosos. Lo que más llamó la atención a Rubén fueron los desarrollados pectorales de Gabriel. Era un hombre de unos cuarenta años. Alto y de músculos trabajados. Tenía el pecho poblado de un vello ensortijado y abundante, sobre todo en el centro, y descendiendo hacia el bajo vientre. Más abajo, su sexo – que él clasificaría con una "S"– emergía apenas visible entre tan enmarañada selva, textura que se repetía en todo su cuerpo, incluso, aunque en menor proporción,  en sus espaldas. El conjunto era impactante. Un cuerpo increíble cubierto por una cantidad de vello asombrosa. Gabriel se detuvo un momento para acariciarse las tetas enormes pasando inconscientemente sus dedos por esos dos prominentes pezones que remataban su torso. Sus pectorales se hacían puntiagudos y caían un poco por su propio peso, a pesar de verse tan firmes. Mientras seguía hablando con Héctor, las manos recorrían cada curva, hundiéndose sensualmente en la gran cantidad de pelos negros. Rubén miró deslumbrado esos pechos tan redondeados, sobresalientes, y se detuvo a compararlos con los de Héctor, que si bien el día anterior le habían impresionado, ahora quedaban  en un segundo lugar.

Finalmente Gabriel se enfundó en un suspensor muy ajustado. El vello púbico se le arremolinaba en los costados y las dos tiras de la prenda apenas envolvían su no menos peludo trasero. Terminó de vestirse con su ropa deportiva, listo para salir. Héctor ya estaba entrando a la ducha, se despidió de Gabriel y Rubén quedó absorto en su mostrador.
Enseguida sospechó que ese sería otro día perturbador en su vida. Intentó seguir con su tarea cotidiana y buscó el lampazo para repasar el piso. Así siguió hasta el umbral de las duchas. Sintió el ruido del agua y tragó saliva. Entró al baño y desde allí vio como Héctor se duchaba lentamente. Nuevamente la visión de ese culo desnudo y blanco, perfectamente formado, lo llevó a un estado de movilización extrema. Pero no atinó a retirarse. Se quedó allí un largo rato, simulando repasar el piso. El cuerpo de Héctor era una especie de escultura.
-Rubén, ¿estás ahí?
-¿Eh?, sí... sí... estoy aquí...
-Ah... me pareció.
Sólo dijo eso..... y los dos hombres guardaron silencio. Pero Rubén miró con menos disimulo los movimientos de Héctor, que se pasaba las manos por todo el cuerpo, disfrutando de la suave caricia del agua caliente. Poco a poco, las manos se detenían cada vez más en su zona púbica, lavando y enjuagándose el sexo. Cuando lo dejaba libre, el pene daba muestras de haber crecido de tamaño. Rubén seguía la escena con el lampazo en la mano. Héctor puso la cabeza bajo el chorro de agua y se dio vuelta. ¡Otra vez ese culo prodigioso! Con ambas manos lo abrió y dejó que el agua pasara entre los glúteos. Así estuvo un rato largo, como si fuera consciente de su íntima exposición. Al girar sobre sí mismo, Rubén advirtió que ahora el sexo de Héctor se había agrandado considerablemente. Tal vez se había quedado corto con la clasificación "XL", pensó, considerando que el miembro aún no estaba del todo duro.
-Todavía no viene mucha gente ¿no? – dijo Héctor, sonriente.
-Eh... Sí, sí, así es…, eso parece – titubeó Rubén – pero no creas, enseguida esto se llena.
-Lástima... así está todo tan tranquilo – dijo con una mirada extraña.
-Es verdad…
-Y cuando no hay gente ¿no te dan ganas de usar las duchas?
-¿A mí?
-¿O de relajarte en el sauna?
-Bueno... yo... nunca lo pensé…
-El agua está muy buena... cuando hay mucha gente no sale tan caliente... pero ahora es una verdadera delicia.
Héctor cerró los ojos y se abandonó al chorro de agua. Rubén lo contemplaba, sin poder moverse. Miró una vez más el talle de su torso, afinándose hacia los abdominales... se entretuvo con esa pelusilla del ombligo y sus ojos dieron de lleno con el tufo de pelos en forma de V que adornaba su amplia pelvis. Mojados, parecían aún más largos. Su verga, un aparato carnoso y largo, se iba levantando cada vez más. Ahora el tamaño era asombroso.
-Buen día, Rubén ¿todo bien? – dijo la voz de alguien que, envuelto en una toalla, estaba entrando a las duchas.
-¡Señor Rivano!
Pronto se deshizo en salutaciones y, sonrojado, revisó intuitivamente que todo el sitio estuviera en orden, no era para menos su sobresalto, después de todo se trataba de la persona que le había otorgado el puesto. Rivano, saludando sonrientemente a Héctor, entró a la segunda ducha. Rubén lo miró de reojo y se dio cuenta de que el señor Rivano también estaba muy bien dotado. Hasta podría haberle otorgardo un "XXL", sin dudarlo. El hombre tendría unos cincuenta años, algo canoso, fornido y poseedor de un cuerpo que evidenciaba un pasado deportista. La verga colgaba flácida entre dos bolas muy grandes moviéndose de un lado a otro, pesada, gruesa, gorda. ¡Vaya con el señor Rivano!
-Rubén – dijo Rivano mientras se enjabonaba – hoy, a última hora, me gustaría tomar un baño sauna...
-No se preocupe, señor Rivano, lo mantengo toda la tarde y se lo tendré listo para cuando llegue, por supuesto.
-Gracias, yo sabía que ibas a hacer buen trabajo aquí, Rubén, no me equivoqué – dijo Rivano, saliendo del agua al mismo tiempo que Héctor y secándose vigorosamente con la toalla. Los dos hombres desnudos, salieron riendo y hablando de alguna cosa que ya Rubén no pudo escuchar. Le llamó la atención que Rivano tuviera bastante confianza con el profesor de natación, incluso ponía a veces su brazo alrededor de los hombros de Héctor, o de su cintura. Cuando terminaron de vestirse, salieron del vestuario.
Rubén quedó solo. Enseguida tuvo un impulso. Desabrochó su pantalón y puso en libertad su pija endurecida por la excitación. Estaba rigidísima y húmeda por el abundante líquido transparente que había segregado. ¡Caramba!, pensó, no entiendo que me está pasando. ¿Será que a esta altura de mi vida están empezando a gustarme los hombres? Iba a hacerse una paja, escuchó algunos ruidos en el salón, que creía desierto. Apresuradamente ocultó su porfiada erección y siguió repasando la humedad del piso. Cuando alzó la vista vio al misterioso hombre de bigotes que había visto el día anterior acercándose al mostrador. Nuevamente su fija mirada lo inhibió. El tipo, sin saludar y agriamente serio, solicitó unas perchas y fue a cambiarse a la banca más alejada.

(Continuará el próximo lunes)

Franco

Agosto 2007

Acabemos bien (el mes)

Cinco abriles (y un poco más)

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Entramos en el Mes Aniversario de Vellohomo.
Sí, otro abril más.
Perdón, pero hoy sí estoy nostalgioso. ¿Cómo no estarlo, me pregunto? Si todas las cosas que pasaron en este tiempo son como un mundo. No puedo dejar de recordar y comparar situaciones de vida ni bien empezaba con esta incierta quijotada (para mí lo era) de iniciar la publicación de un blog. Nunca imaginé la repercusión que pronto tendría, y menos aún, encontrar amigos entrañables que haría por medio de estas páginas. Al repasarlas, desde el inmenso archivo que inicia en marzo de 2011, no puedo menos que conmoverme. Vellohomo ya había pasado por 2 ediciones anteriores ¿se acuerdan?, sí, dos blogs que ya no existen, es decir que su historia data de mucho antes, si bien este lugar sigue aquí después de cinco años.


Y en ese primer post de "reapertura", en el que aparecía esta fascinante imagen de William Holden invitando al reencuentro, el café fue invadido de inmediato por sus queridos tertulianos, y los comentarios fueron estos:

Conrado Smith dijo...
¡Cómo me gusta que hayas escogido a mi William como relaciones públicas! Si me lo pide mi William, con esa mirada, con esa pose de chulazo un poco amanerado, estaré encantado de asistir.
Pero, fuera bromas, asistiré porque me lo pides tú.
¡Qué alegría de que estés de nuevo dando guerra!
¡Bienvenido!
Un beso
JOSE dijo...
Me agarraste respondiendo los mail sobre la "locura" peluda. Y entró un mensaje a mi bandeja.
Bueno, antes que nada, quiero felicitarte por la re-reapertura del café. Como lo escribí en el mail, el zorro no pierde las mañas, y vos sos un viejo zorro. Tanto que hasta volviste a blogger. Me cagaste un video-tutorial espectacular sobre Wordpress que encontré en la red que te estaba por enviar.
Franquito, ando con poco tiempo, probablemente, pase por el café, me tome de sopetón lo que posteás, pero sin dejar palabra hasta la próxima semana.
Pero no quería dejar de saludarte en tu nueva casa, esperando que “te” quedes bien abierto esta vez jeje.
Un abrazo, te quiero mucho.
 Muy peludo dijo...
¿Cómo puede ser que haciendo tan poco que conozco a Franco, a este espacio y a este grupo de amigos, me emocione tanto con una reapertura de un espacio que encima es virtual, algo que siempre desestimaba?
¡Caray, estoy emocionado!
Gracias Franco, hermoso William, hermoso el relato histórico de "Vellohomo y yo", hermosa la carta de "Café Vellohomo".
Ya estamos acá, cafecito cortado para mí...
Stanley Kowalski dijo...
No sé si el 17 puntualmente podré venir (estoy bastante complicado la semana que viene), pero ni bien pueda aquí estaré, comme d´habitude.
BESOTES QUERIDO AMIGO, y decirte que me alegro sería una redundancia! 
Josss dijo...
Hola Franco!
Qué bien, me alegro un montón de la reapertura del nuestro Café!!! Me encanta la decoración que has elegido, muy elegante... jejeje...
Allí estaré el día 17.
Un abrazo muy fuerte y enhorabuena!!! 
Manuel S.V. dijo...
No podríamos esperar menos de nuestro artífice consentido de placeres... ¡cada vez te pules más, Franco! Si con el tiempo te vuelves más sublime, espectacular, exquisito... ¡vamos por el Diccionario de Sinónimos que se nos acaban las palabras!
¿Y Mr. Holden? Muy formal en su papel... ¿qué te pones que los más seductores siempre están a tu servicio? Pásanos el truco...
¡Cuenta con tu servidor, puntualísimo para hacerle los honores al brillante retorno de Vellohomo! 
Hairy4ever dijo...
Buenas,
Vengo porque es William quien cursa las invitaciones; ya que todos sabemos -o, al menos, algunos ya conocemos- que… ¡cualquiera se atreve a decirle "no"!...
¡Que William es mucho William! ;)
¿Así pues, el 17? Bien. Acuso recibo y confirmo asistencia.
P.S.: y, sí, que sí; que ya: el castigo se levanta… y que me alegro… no sabes cuánto.
Sí. Sí que lo sabes… 
Mehemet Koprulu dijo...
Que bueno, Franco!!! Yo sabía que ibas a reabrir el boliche. Allí estaremos. 
 EL TURCO dijo...
SALUTT LA BARRAA!!!CUANTO HACE QUE QUERIA SALUDAR ASI EN ESTE LUGAR!! BUENO ESTOY FELIZ QUERIDO FRANCO DE QUE VUELVAS Y FELIZ DE ESTAR CON LA BARRA DE HOMBRES QUE DE MANERA EXCELENTE HA DESCRITO HAIRY, LA VERDAD ME HA DADO GANAS DE ABRIR UN CAFE REAL O MEJOR UNA CADENA DE CAFES EN DISTINTAS CIUDADES DEL MUNDO Y COMPATIRLA CON USTEDES AMIGOS Y CON NUEVOS AMIGOS QUE COMO UNICA CONDICION SEPAN RESPETAR Y DAR AFECTO NO SOLO PEDIRLO....QUE BUENO ASI QUE NUESTRO RELACIONES PUBLICAS EN WILLIAN , MUY BIEN ELEGIDO FRANCO! Y A RAY DRAGON QUE FUNCION LE DARAS? JAJAJA.UNA COSA ANOTA FRANCO HAGAMOSLE UNA FIESTITA PRIVADA A MANUEL NO IMPORTA QUE PASÓ EL DIA DE SU CUMPLE , PERO SE LA MERECE...ENFIESTEMOSLO A MI QUERIDO MANU JEJEJE.
BESOS Y HASTA PRONTO! 
Franco dijo...
Qué gusto me da ACOGERLOS nuevamente en este nuestro café de siempre...! Como ven, tenemos la casa para nosotros solos, así que pónganse cómodos, nomás, y sean bienvenidos.
El puto Blogger pudo haberse llevado el armazón, pero el alma de este blog está en ustedes. Y por otra parte, tengo mis archivos intactos, y repasándolos me doy cuenta todo lo que tengo para postear aquí. Estoy muy contento de retomar esa actividad y compartir ese placer otra vez.
(.....)
Queridos Tertulianos:
El café ya está abierto, y permanecerá así las 24 horas. Seguimos juntos y eso me da una gran felicidad. El jueves Vellohomo retoma sus posteos. No habrá fiesta. Todo será mucho más íntimo, como les dije, una reunión entre nosotros, de hombres. Además, todavía no me repongo de la festichola de Vellohomo 2...! una de esas por año está bien. Esto será más bien como una continuación, como si en realidad nada hubiera pasado.
Seguimos.
Que no es poco.
Los abrazo a todos, de corazón.




Como para crear más espectativas sobre la nueva apertura, además de esta primera convocatoria, hubo una segunda, una tercera, y una cuarta. Y los encargados de cursarlas (como siguiendo la delantera tomada por mi William) fueron Luis Tosar, Clive Owen y, por supuesto, el padrino simbólico de VH: Sean Connery.
Entonces, los comentarios en el café fueron deliciosos e imperdibles. Se pueden volver a leer aquí: Invitación 2 - Invitación 3 - Invitación 4
En este café, aún hoy resuenan todas las voces de ese reencuentro. Y el afecto, ese lazo invisible que hasta se puede ver de tanto sentirlo, vibró bien fuerte ese día:

Deepsouth dijo...
Bienvenido de vuelta!!!!!! Y de qué forma has inaugurado, realmente un privilegio poder seguirte y ser parte de esta velluda comunidad.
Felicidades
 
Mehemet Koprulu dijo...
Gracias por abrir de nuevo, querido Franco!!!
Imágenes, aromas y texturas...como siempre. Vellohomo es la fiesta de los sentidos y la imaginación.
La fiesta de la amistad, la complicidad y la solidaridad también.
Aqui estamos y estaremos siempre. Los que venimos de antes y los que se sumarán.
Gracias, otra vez. Y felicitaciones por construir este lugar tan acojedor.
Un beso enorme.
 
EL TURCO. dijo...
HOLAAA QUERIDO FRANCO, TE ESTRECHO EN UN CALIDÍSIMO ABRAZO...QUE BUENO ESTAR EN TU CASA DE NUEVO! REALMENTE TE QUIERO MUCHO, Y VINE BIEN TEMPRANO COMO VERÁS PARA ESTAR JUNTO A VOS Y LOS AMIGOS! QUE RICOO ESTA EL CAFE, BIEN TIREE ..REALMENTE Y LA FIESTA SUPER ANIMADA DESDE EL COMIENZO...Y ESO QUE FALTAN MUCHOS AMIGOS POR LLEGAR!! BUENO YO ME VOY A UN RESERVADO CON EDU BOXER QUE ME SOBO EL PAQUETE Y ME DIJO VEN MAJO VAMOS A CELEBRAR QUE NO ESTOY MAS CON MANU MALTES... ASI QUE BUENOO , MAS TARDE VOLVERE..Y CUANDO LLEGUEN MI HIJO MUYPE Y MANU DECILES QUE ME BUSQUEN , QUE LA FIESTA SIEMPRE DEBE SER FAMILIAR...PORNO , PERO FAMILIAR JAJAJA. BESOS PARA TODOS LOS AMIGOS...QUE HERMOSO GRUPO HAS SABIDO FORMAR FRANCO!! YA VOY EDU ...YA VOYY ...AH ME MANDO MENSAJITO LEO GIAMANI DICE SI PUEDE HACER TRIO CON NOSOTROS EDU?? SI? BUENO AHI VAMOS ENTONCES.... MOZO..CHAMPAN...PARA EL ORTO UNO...DIGO EL VIP ONE JEJEJE.HASTA DENTRO DE UN RATO!!
 
Manuel S.V. dijo...Uuuuuuuuffffffffff...!!!!!!!!! Qué hermoso luce nuestro lugar, Franco! Retomando lo que dices, no creo que estemos como siempre... ¡estamos COMO NUNCA! Los tragos amargos sirven para paladear de una forma más sublime y deliciosa los sabores más exquisitos de la vida; como este café... y como ya lo dije alguna vez: ¿QUIÉN CONTRA NOS? ¡Bravo por este BRILLANTE regreso! ¡Y de qué manera!
Veo que aquí nos diste gusto a todos con la lista de invitados que ya están jugueteando entre las mesas del café (...) Lo que sí, no veo por ningún lado a Ray Dragon... yo suponía que lo iba a ver de inmediato... ¿dónde anda, Franco? Franco... ¡Franco! Oh, me quedé hablando solo... ¡hola, Colton! ¿Ya soltaste a Blake? Ah! Mi tío te lo quitó... o sea que soy tu respaldo... Cállate la boca, ven acá... ¡VAMOS A CELEBRAR! ¡Larga vida a Vellohomo!
 
 Conrado Smith dijo...
¡Menuda fiesta!
Lo vamos a pasar en grande y yo me dejaré pasar de brazos en brazos, de polla en polla y de boca en boca, siempre y cuando al final reciba un abrazo cálido y reconfortante.
Un beso
 
Hairy4ever dijo...
Y yo diciéndole: ”Franco, ¡ánimo! Todo es arrancar: poco a poco, aunque sea posteando una sola foto… Recuerda que empezamos tu con 8 y yo con 5…”
Suerte que avisó que sería un “inicio discretito” … porque va el tío y arranca ¡CON 75!
Si esto es discreto, ¿qué entenderás por ostentoso? ¡Exagerao! ¡So Bruto!
Te quiero. Un beso.
 
EL TURCO dijo...
No encuentro todavia a mi hijo muype, hijo estas muy ocupado seguro...pero ven con tu padre, luego jugaras con los amiguitos! yo ya he pasado por varios reservados, junto a Manu le dimos a Colton y con Hairy departimos con Blake, mas tarde Huessein me dijo que quiere empomarte conmigo muype, en la sala siriolibanesa, no te lo pierdas hijo...sino tendremos que llamar a un sobrinito. El bb Josesito tampoco ha llegado... estos chicos siempre llegan tarde a las fiestas y luego se quejan de que hubo poca accion hayy paciencia paciencia!!!...por cierto Franco por donde andas? Me pareció ver que te encerrabas con Willian y Ray... puede ser? Acaparadorr ...recuerda a tu yerno, jejeje porque ahora eres mi suegro verdad? YA VOYY BRUNO BOND, QUE IMPACIENTE ESTE CHAVON, SE CREE LA UNICA ESTRELLA ACA, LO BANCO PORQUE TIENE UN ORTO DE DIEZ..YA VOOOY!!
 
 Bandidoso dijo...
¿Me inivtas a la fiesta? Wow... menudo fiestón.
Qué bien volverte a encontrar.
Un saludo.
 
Muy peludo dijo...
¡Hola a todos! ¡ufffff! llegué corriendo, salí temprano de casa con cosas que hacer pero no hay mal que por bien no venga: vengo cargado de leche de repuesto por si ya gastaron bastante de la de ustedes ¡¿ah, no, aún queda?! ¡¡qué bueno!! porque quiero compartirla con mis padres y MI Huessein, que veo que me esperaron. (...) ¡Y que vengan todos! ¡que hoy es un día re-RobertoCarlos y queremos un millón de amigos! Felicidades Franco, vení que te doy un besazo, y otro, y otro más abajo, y otro ahí, y otro acá también, y otro en...
 
Hairy4ever dijo...
Buenas de nuevo,
Vuelvo porque caí que no escogí -mentira, regreso por seguir la juerga; pero bueno, también por eso-.
El caso: me quedo con el quinteto vintage del sofá beige (no se el núm, me desconté 3 veces) ¡hay que ver lo a gusto que están! Tan naturales, tan ensamblados, sin trucajes digitales! Ahí me zambullo sin dudarlo!
Por cierto ¿quién tiene a MI Blake? Como buen enfermero, me tiene que tomar la temperatura…
 
Franco dijo...
Muype:
Por fin!!!, creo que leche tenemos todavía en el café... pero bievenida sea, porque NUNCA está de más. Genial, porque, como sabés, en el café siempre hemos servido leche de excelentísima calidad, fresca, espumosa y caliente. La mejor.
En qué estábamos??? ah, sí... que me dabas besos... seguí, seguí nomás....
 Hairy:
Y dónde estuvo Blake cuando estabas resfriado??????? EH???????
Nada. Blake se fue con Colton, o qué se yo. Y .... Acá el único que te toma la temperatura soy yo. Tamos?
 
Muy peludo dijo...
Tuve que ir a una reunión y volver, en el medio me tomé el subte y (necesito sublimarlo con ustedes) acabo de ver una de las alfombras corporales más TUPIDAS Y PAREJAS que haya visto en mi vida, encima ¡linnnnndo! pelado onda turco y con súper look (no musculoso, buen cuerpo pero no de gimnasio ¡pero los pelos asomaban de tooooodos lados! ¡y los brazos era como si tuviera guantes! del mismo espesor, firmeza y largo que los del pecho que le salían de la camisa entreabierta) ¡QUÉ CANTIDAD DE PELOS! quise traerlo pero andaba a los besucones con una chirusa teñida de cuarta ¿porqué los tipos se enganchan con adefesios así? ¿me dicen? por lo menos, si no quieren reconocer su gaytud (TODOS los hombres son putos hasta que se demuestre lo contrario) que estén con potrancas que valgan la pena, pero es TRIIISSSSTEEEE ver semejante MAAAACHOOOOO con una porquería así.
¡Estoy apenado y triste! ¡ya volví y necesito contención! ¡¿Quién viene a contenerme?! vení Franco que sigo dándote besitos... ¡¡¡¿¿¿Dónde están mis padres para que vengan a consolar a su niño???!!!
 
Manuel S.V. dijo...
Aquí estoy, mi niño! No te enojes, amor... lo que le pasa a ese boludo del Metro (esperemos que sea un boludazo! ya sabes de dónde... jeje) es que aun no te conoce... la próxima vez que te lo encuentres empieza un juego de miradas... ¡y ya veremos si no cae! ¿Querés lechita caliente? Vení, vení... tu otro padre está trabao con Edu Boxer; así que vení que te traigo a Huessein... ¡nomás pa' que te acuerdes por qué nos gustan tanto los machos! ¿Los que aun no caen? Ya vendrán, ya vendrán...
¡Menudo sarao, papá Franco! Todos llegan... ¡y nadie sale!
Nuevamente... ¡millones de felicidades!
 
Albert dijo...
Sólo cuatro letras para darte la bienvenida. Espero que la semana que viene pueda tener el tiempo suficiente para poder disfrutar pausadamente con las imágenes y los comentarios que éstas sugieran a todos los contertulianos.
Un fuerte abrazo.
 
Miguel Laracuente dijo...
QUERIDO FRANCO:
TU AUSENCIA SE HACIA INTOLERABLE.QUE BUENO QUE REGRESAS
PARA HACER DE MIS NOCHES UN BANQUETE DE DELEITE EROTICO!
ERES UNICO...BIENVENIDO!



Y mientras tanto, en la oscura noche de Buenos Aires, Franco sigue disfrutando, inexplicablemente, de armar este Vellohomo que tantas veces lo alegró, enfadó, enterneció, divirtió, excitó, entristeció, exaltó, alivió, movilizó, aburrió, entretuvo, y llenó de gratitud.


Domingo vintage

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Una mirada a las actividades nudistas de los '60s.



















































Rodeado de hombres desnudos

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Rodeado de hombres desnudos
 (Leer Parte I: AQUI)

Parte II: Forzado al placer.

El día pasó lento y Rubén quedó preso de los pensamientos más diversos. Por su mente, uno tras otro, desfilaban todos esos hombres desnudos: gordos, delgados, musculosos, lampiños, peludos, altos, bajos, jóvenes y maduros... todos, absolutamente todos, le suscitaban un interés creciente, una curiosidad morbosa, y en todo caso, sensaciones nuevas para él.
¡Y luego estaban los olores! Los olores tan de hombre que invadían todo: sudores mezclados, fragancias de desodorantes baratos, otros más finos, colonias, olores que emanaban de los baños, orines, pedos, jabones, espuma de afeitar... ¡ah!, era una argamasa de estímulos que no dejaban sus sentidos en paz.
Cuando ya eran las siete de la tarde, el vestuario, como casi todos los días, se poblaba de hombres de traje y corbata. Ninguno se conocía entre sí, salvo por el hecho de encontrarse casualmente en el gimnasio. El sauna, era el sitio preferido entonces. Rubén estaba atento de cuidar la temperatura del baño, o de echar un poco de esencia de eucaliptus sobre el hornillo. Cada tanto entraba y sus ojos se desviaban hacia alguna toalla demasiado descorrida, o alguna parte íntima descubierta. Tenía mucho temor de que alguien descubriera la dirección hacia donde sus miradas recalaban, por lo que cuidaba siempre moverse siempre con mucho disimulo.
A esas alturas, Rubén ya era un fisgón consumado. Los ojos se le iban tras uno u otro hombre desnudo, yendo y viniendo por entre culos y penes, apreciando torsos más o menos proporcionados, peludos o lampiños, ampulosos o de dimensiones ordinarias. No quería admitirlo, pero de hecho ninguna persona en el vestuario pasaba desapercibida a su atención.
Sí, había aprendido a disimular.
Día tras día disimulaba haciendo de esa actividad casi un arte.
Pero hubo una vez que no pudo disimular mucho cuando, de pronto, vio entrar a un joven rubio y alto. Se trataba de un adonis que parecía haber descendido del mismo Olimpo. Mientras miraba como se iba desnudando, su evidente atención no pasó desapercibida para ese hombre de bigotes, el de la torva mirada, que estaba a unos metros, siempre en su banco de la última fila. El hombre se dio cuenta de que Rubén se quedaba como extasiado frente al llamativo cuerpo desnudo del rubio. No era para menos, era un hombre hermoso, con un cuerpo muy proporcionado, definidas formas y fino vello en toda su piel. Cuando se quitó el bóxer, una verga cabezona, colgante y rodeada de espesa vellosidad, quedó expuesta ante todos. Rubén estaba cada vez más interesado en lo que veía, y el hombre de bigotes que observaba fijamente la escena frunció el seño e hizo un gesto de desaprobación ladeando su cabeza de un lado a otro, mientras se cubría con la toalla y se metía en el sauna. Un bulto inconfundible apretaba la bragueta de Rubén. El rubio seguía como si nada, exponiendo toda su desnudez parsimoniosamente y rascándose las pesadas bolas de vez en cuando. Era de los que les gustaba exhibirse, y se comprendía, pues tenía con qué hacerlo. Finalmente se puso un traje de baño, se pegó una ducha rápida y salió enseguida. Volverá, pensó Rubén, que a esa altura estaba ebrio de imágenes que quedaban en su cabeza haciendo estragos en su cuerpo, abrasadoramente presentes.
Así, los minutos fueron pasando y la gente se fue retirando. Solamente quedaban un par de hombres vistiéndose cuando al vestuario entró el Sr. Rivano.
-¡Sr. Rivano!, el sauna está listo... – se apresuró a decir Rubén.
-Qué bien, qué bien. Gracias, Rubén..., hoy tuve un día agotador – dijo resoplando y quitándose rápidamente la ropa. Se paseó en pelotas hasta el baño. Orinó y volvió a la banca, donde Rubén le dio una toalla limpia, siguiéndolo siempre con la mirada. Ahora Rubén reparó en los vellos casi blancos de su pecho. Era algo rellenito, sin llegar a ser gordo por lo que su pecho, algo entrado en carnes, ostentaba dos tetas abultadas. Sin embargo todo su cuerpo conservaba una elegante esbeltez. Lo vio dirigirse al sauna con la toalla al hombro. Al verlo de espaldas le pareció que su culo era bastante grande, aunque no dejaba por eso de ser muy estético. Tenía un andar lento y masculino, tal vez por eso su mirada lo siguió hasta que cerró la puerta del sauna tras de sí. Se quedó mirando sin advertir que, sigilosamente, alguien se le acercaba por detrás.
-¿Así que te gusta mirar pijas?
Rubén sintió la voz casi en su oído, tan cerca estaba. Era una voz susurrante, apenas perceptible. Se volvió, aterrado. Era el hombre de bigotes que lo había visto tan interesado por aquel rubio esa tarde. Sintió un pánico de muerte y quedó mudo. Tenía, como los otros días, una apariencia intimidante, algo bajo, bastante corpulento, moreno, de amplios hombros y maciza contextura muscular, ojos torvos de anchas cejas y bigotes muy negros. Daba perfectamente el tipo recio, de esos que se vanaglorian de ser mataputos a buena honra. El hombre se alejó y con irónica sonrisa lo miró haciéndole un gesto de saludo, desapareciendo raudamente.
Rubén quedó paralizado de miedo, aturdido y mortificado. ¿Qué haría ahora? ¡Lo habían descubierto! A pesar de que la escena había pasado desapercibida para las pocas personas que quedaban en el vestuario, sentía que no podía mirar a nadie a la cara. Volvió en sí cuando sintió una palmada en el hombro. Era Héctor, que lo saludaba cordialmente, sonriente como siempre.
-¿Cómo vas, Rubén? ¿Qué te pasa? ¿Cansado?
Rubén titubeó un saludo, e intentó sonreír. Héctor se puso serio:
-¿Te sentís bien?
-¿Yo? Claro... sí, sí.
-Estás pálido... – dijo, mientras se quitaba el traje de baño y quedaba completamente desnudo. Rubén lo tenía tan cerca que cerró los ojos, agobiado, y no pudo más que alejarse. Era demasiado para un solo día.
– Es así la cosa, Rubén... – continuó Héctor, masajeándose los músculos abdominales- fue un día largo el de hoy y nos merecemos un reparador descanso ¿no es cierto?
-Sí, creo que sí – contestó Rubén desde el mostrador mientras acomodaba unas perchas para que sus trajes no se arrugaran.
-¿No lo viste a Rivano?
-El señor Rivano está en el sauna – contestó Rubén. A Héctor se le iluminó la cara.
-¡Ah, qué bien, porque necesitaba verlo! – dijo dirigiéndose hacia la puerta del sauna.
Rubén se sentó en una banca y respiró como para hallar el aire que le faltaba. Y así se quedó un tiempo largo. Sentía arder su cara y su pecho temblaba incontrolable. Escuchó el rumor de alguien que entraba y se sobresaltó pensando que era el tipo de bigotes. Pero era el rubio que volvía de la piscina, aún empapado y con una toalla al hombro. Pidió sus cosas a Rubén y luego se quitó el traje de baño. Por un momento, Rubén se olvidó de todas sus preocupaciones. ¡Qué hombre! Su cuerpo desnudo era un espectáculo fascinante. Se enjuagó el agua de la piscina bajo la ducha rápida y después desapareció en el sauna.
Rubén miró el reloj y empezó a acomodar todo sabiendo que el día de trabajo llegaba a su fin. Fue cuando vio salir al rubio del sauna hecho una turba, estaba contrariado, o más bien, indignado, como si se hubiese peleado con alguien.

***

Rubén llegó a su casa con una expresión ausente que alarmó inmediatamente a su esposa. Pero nada se dijeron. Ella sabía que algo perturbaba a su marido y cuando eso sucedía era más difícil que nunca entablar cualquier comunicación. Esa noche Rubén tardó horas en dormirse, pensando en todo lo que le estaba pasando, no solo por ese día en particular sino por los anteriores. Todo el tiempo le volvía esa frase, girando en su cabeza de manera cruel: ¿así que te gustan las pijas? y una vez más: ¿así que te gustan las pijas? y otra: ¿así que te gustan las pijas?
Por la mañana, al salir de su casa para el trabajo, vio lo hermoso que estaba el día con el sol a pleno y pensó: He sido un estúpido, de aquí en más, basta de tonterías. Y partió hacia el Gimnasio.
Ese pensamiento lo mantuvo más animado todo el día, y al día siguiente, y al otro. Rubén volvió a tener algo de tranquilidad en su vida pensando que todo había sido una niñería en su cabeza, que el tipo de bigotes era un loco suelto y que él era un tonto por haberle llevado el apunte, y que desde ahí en adelante, ya no miraría más nada.
Pero esa calma engañosa le duró muy poco. Hizo un esfuerzo por torcer esos deseos que se despertaban en él tan contundentemente, pero ¿cómo hacerlo si todos los días y a toda hora estaba rodeado de hombres desnudos?
Una tarde el vestuario estaba repleto de gente. Jóvenes, niños y adultos, agitaban el lugar con un bullicio ensordecedor. Gritos, silbidos, voces y risas retumbaban fuertemente en el gran recinto. Era cuando Rubén corría de un lado para otro, limpiando, poniendo orden, acomodando ropa y bolsos en los estantes, atendiendo los distintos pedidos que recibía de todos los clientes del gimnasio: "Rubén, mis cosas por favor", "Rubén, ya no hay papel en los baños", "Rubén, ¿tiene gel para el pelo?", "Rubén, tráigame una percha, por favor", "¿Qué pasó con el agua caliente, Rubén?", "Rubén, alcánceme la crema de afeitar, ¿quiere?"; "Rubén esto, Rubén lo otro...", y él se metía en esa jungla de cuerpos desnudos o a medio vestir, entre esos pasadizos de piernas abiertas, de músculos trabajados, de axilas mojadas, cuerpos arqueados calzándose soquetes, suspensores y calzoncillos, toallas frotando espaldas, pechos y bolas, culos expuestos, penes de todo tamaño y forma, prepucios y circuncisiones, rozando pelos negros, grises, blancos, rubios y castaños... y entonces, de alguna manera u otra, era indudable que Rubén disfrutara al adentrarse en esa marea viril de turbulentos oleajes.
Entre tanta gente una voz firme le dijo tenuemente:
-Rubén, ¿puede venir un momento, por favor?
Se volvió y, estupefacto, reconoció al hombre de bigotes. Abrió los ojos desmesuradamente y tembló de miedo. El hombre, sólo cubierto con una toalla a la cintura, con la misma expresión irónica y una sonrisa en los labios, le hizo una seña para que lo siguiera, metiéndose en los baños. Rubén fue tras él, intrigado y lleno de miedo. El hombre aprovechó que nadie se fijaba en ellos y fue hasta el último cubículo de los retretes que estaba en la parte más oscura. Y en ese rincón se le acercó cara a cara.
-¿Cómo estás, putito?
-Señor... por favor... – susurró Rubén, sintiendo el aliento del hombre y repugnado por su olor a tabaco.
-¿Todavía te siguen gustando las pijas?
Rubén entornó la mirada. Tragó saliva y preguntó:
-¿Qué quiere?
-¿Yo? nada, me preguntaba si nadie se enteró todavía de que sos puto. Veo que no, pero cuando alguien lo sepa, seguro que te van a echar.
El hombre se acercó más y guiñándole un ojo no dejó de sonreírle cáusticamente. Rubén, echándose hacia atrás instintivamente, miraba aterrado en derredor, temiendo que alguien los viese.
-No tengas miedo, putito... – decía con acento sarcástico, a la vez que se refregaba la mano por entre los pelos hirsutos de sus pectorales - ... vení, metámonos aquí... tengo que hablar con vos...
-¡No!
-Vení, o te armo ahora mismo un escándalo.
Rubén no tuvo más remedio que meterse con él en el cubículo, muerto de miedo.
-Pero... ¡qué nervioso que estás...! – dijo el hombre en medio de una fingida carcajada.
-Yo...
-Vos... sos un putito... y... ¡no sabés como yo odio a los putitos!
Rubén apenas respiraba. El hombre le pasaba el dedo por la mejilla. Rubén lo sintió como si estuviera deslizándole una navaja.
-Yo te vi ¿sabés? Sí. Te vi. Tenés que tener más cuidado cuando andás mirando ciertas cosas. Vi como te quedabas embobado con ese rubio. Bueno, con el rubio... y con todos. ¿Te gusta mirar pijas? ¿Sólo las mirás? ¿O también te las comés?
-¿Yo? ¡Jamás...! ¡yo no soy marica!
-Así que no sos puto. Mirá que bien. No sé por qué ¡pero no te creo un carajo, putito!
-No, no soy puto, estoy casado... tengo hijos...
El hombre arqueó las cejas, riendo contenidamente, y bajó su índice deslizándolo por el cuello de Rubén.
-¡Bueno, bueno...! ¡Un hombre de familia! Entonces... me debo haber equivocado, ¿no?
-Señor, por favor... – rogaba Rubén, al borde de las lágrimas.
-¿Así que casado? Mucho mejor, mucho mejor. Si no sos puto... entonces esto no te interesa, ¿verdad? – y con la otra mano, se desprendió la toalla dejándola caer al suelo. Rubén bajó la mirada y miró su verga flácida pero amenazante. Era un miembro oscuro, grueso y con un glande enorme, cubierto por un generoso prepucio. Toda la zona estaba tan poblada de vello, que las bolas quedaban ocultas - ...No me vas a decir que no te gusta... putito... mirala, mirala bien...
La mano del hombre se ciñó en la nuca de Rubén, forzándolo a inclinar la cabeza.
-Vos no tendrías que trabajar aquí, putito... ¿te das cuenta? A la gente como vos habría que mandarlos a la mierda ¿me entendés?, el día menos pensado vas a meterle mano a cualquiera de esos chicos que vienen a la salida de la escuela.
-¡No!, ¡Jamás!, yo no soy un degenerado.
-Sí lo sos. Además.... ¿qué pensaría tu mujer si un día se entera de que a vos te gustan las pijas? Mirá si alguien le va con el cuento... – el hombre se acariciaba el pezón derecho, mientras seguía aferrando a Rubén por la nuca.
-Déjeme salir, por favor...
-¿No te gusta estar conmigo? Vamos, vamos... si los dos sabemos que te morís por estar con un tipo en pelotas...  Mirame: estoy totalmente en pelotas ¿no soy tu tipo, acaso? ¿no te gusto?... ¡qué va! apostaría cualquier cosa a que en este momento estás al palo, putito.
-¿Qué?
-¡Se te paró, putito... no lo niegues! seguro que ya se te puso dura ¿no?... a ver... ¿por qué no me mostrás?
-¡Basta, se lo ruego!
-¡Shhh...!, ¡calladito! no querrás que te escuche el Sr. Rivano, ¿no?
-¿El Señor Rivano? ¡No está aquí!
-Alguien podría irle con el cuento... yo no estaría tan tranquilito...
-Pero... ¿quién es usted?
-Ya lo vas a saber. Pero todo a su tiempo, putito... no tantas preguntas... ¿en qué estábamos?, ¡Ah!, sí, ya me acuerdo. Te doy la oportunidad de demostrarme que no sos puto. Hagamos una cosa: vos me mostrás que no se te paró y yo te dejo ir, ¿estamos, Rubencito? Pero antes, mirá lo que tengo aquí: no está nada mal ¿verdad? – dijo llevando la mano a su pija. La frotó lentamente y pronto cobró mayor tamaño. Rubén lo miraba lleno de ira, pero atrapado también por ambiguas sensaciones. Sintió como él se acercaba a su cara y en una sonrisa sardónica le dijo con voz sibilante:
-Ahí la tenés, ¿qué te parece? Ya viste miles de vergas ¿pero alguna tan grande como ésta? - lo obligó a bajar la vista. El miembro completamente erecto del hombre apuntaba hacia Rubén, duro como roca - ¡Dale, mostrame que no sos puto! Es fácil, lo hacés... y te vas.
El hombre, sin dejar de sostener a Rubén por la cabeza, buscó con la otra mano su cinturón y los primeros botones de la bragueta. Abrió y bajó rudamente los pantalones y el calzoncillo de Rubén, que transpiraba copiosamente. El pene se le disparó hacia fuera, en lo más alto de su erección.
-¿Y esto? ¿Así que no sos puto? – dijo fijándose en la verga de Rubén - ¡Mirame!, mirame a los ojos y decime que no sos puto.
-No soy... puto...
-No te creo, putito, mostrame como la chupás... debés ser un maestro...
-Nunca hice eso... ¡nunca...! – imploró Rubén con los ojos aterrorizados.
-¡Shh...! ¡Shh…! calladito... ¿nunca chupaste una verga? ¡Es muy fácil!, abrís la boquita y te la metés bien adentro – rió. Rubén se resistía al tironeo del hombre que ahora lo estrechaba por los hombros.
-Está bien, -continuó- si no querés verga todavía, lo entiendo, soy muy comprensivo ¿sabés?,  podemos ir de a poco, ya vas a comerme la pija, tenemos tiempo, mientras empezá por lamerme el culo – e inesperadamente consiguió poner de rodillas a Rubén a tiempo que se daba vuelta, apuntando hacia él el velludo culo. Rubén cayó enredado por su pantalón en los tobillos, y empujado por la mano en su nuca, dio de lleno contra las nalgas del hombre. Estaba asqueado. El tipo restregó su culo sudoroso y turgente contra la boca de Rubén.
-¡Dale!, limpiame todo el culo, cabrón, tenés la oportunidad de demostrarme que las tenés bien puestas... – susurraba, mientras se abría de piernas al máximo. Rubén sentía el golpe de sus pesados testículos y su asco era irreprimible. Esto le provocó un par de arcadas, a lo cual el hombre le lanzó:
-¿Pero qué te pasa? ¿no te gusta?, en realidad, no parece que te de mucho asco, putito, mirá como tenés la pija..., pero lamé bien.... abrí la boca.... sacá la lengua, así... así...
Rubén sintió como tiraban de su cabello y no tuvo más remedio que sacar su lengua y pasarla por el agujero ardiente y peludo del hombre. Entonces lamió toda la zona, y siguió lamiendo hasta sentir que la lengua se le adormecía al frotarla contra tanta aspereza. El hombre se abría las nalgas desmesuradamente mientras se inclinaba para mirar todo lo que quedaba al alcance de sus ojos.
-Mirá qué rápido que aprendiste, putito, lo hacés muy bien..., ¿ves que no era tan terrible? ¡Ahora sí, seguí con la pija!
-¡No, no me obligue...!
-¿Obligarte? ¿Pero no es que te morís de ganas?
-Ya le dije... ¡nunca lo hice!
-No seas remilgoso que aquí nadie nos ve... y tengo todo este pedazo de carne para vos..., ¡no me vas a decir que no se te hace agua la boca!
-Voy a vomitar si lo hago...
-No digas boludeces. Yo te voy a mostrar cómo se hace..., ¡vení...!
-¿Qué?
-¡Vení, te digo! – y se arrodilló ante el sexo de Rubén, que se quedó de una pieza por el giro que cobraba todo. Entonces, el hombre abrió la boca, y se metió cada uno de los dieciocho centímetros de hombría expuesta ante él. Rubén retrocedió instintivamente, pero en ese momento sintió que las piernas se le aflojaban. Por primera vez en su vida se la estaban mamando... ¡y había que reconocer que el tipo lo hacía de una manera magistral! Estuvo a punto de eyacular dos veces, pero en el punto justo, el hombre disminuía hábilmente la intensidad de su bombeo, mientras lo miraba a la cara para captar cada reacción. Después de un rato chupando y succionándolo todo, el hombre se paró, se dio vuelta y le dijo:
-Ahora vamos a ver si tenés los suficientes cojones como para metérsela a un macho... – y se abrió el culo mostrándole el húmedo y abierto ojete. Rubén, excitado al máximo, se acercó a él y apuntando su pija hacia ese valle de pelos, empujó hacia adelante casi involuntariamente. El miembro entró de un solo empellón, aún lubricado por su propia saliva.


-Sí, sí,... así, putito.... así.... ¿ves?, a lo macho nos vamos entendiendo... dale, metémela hasta las bolas.... ¡Ah!, sí... sí... muy bien... así... seguí, seguí... dámela hasta los huevos.
Rubén, entre espasmos y un mundo de emociones nuevas, totalmente contradictorias, en una mezcolanza de repulsión y cautivadora excitación, aceleraba sus movimientos cada vez más...
-¿Vas a acabar?
-... Sí... sí...
Entonces el hombre se zafó del empalamiento y volviéndose a Rubén se arrodilló para recibir la lluvia de semen en los vellos de su pecho. Rubén se vació por completo, mordiéndose los labios para no gritar de placer. Era un oleaje de deleite enorme del cual no pudo escapar. Arrodillado, el hombre de bigotes tuvo su orgasmo masturbándose, sacando de su verga un geiser de  esperma caliente que le roció los pectorales, hombros, cuello y parte de la cara. Cuando se repuso, se alzó, nuevamente cara a cara con Rubén que no podía decir palabra.
-Al fin de cuentas, no eras tan puto como pensé. Menos mal, porque yo odio a los putos. En fin, creo que nos vamos a llevar bien. A ver, date la vuelta.
Rubén obedeció, sintiendo su orgullo ofendido y derrotado.
-Tenés un buen culo - dijo dándole unas palmadas - y un buen culo debe usarse. La próxima vez, me lo vas a dar.
-¡No, por favor, se lo ruego!
-Pero ¿qué parte no entendiste? A ver si aclaramos las cosas... ¡me vas a dar tu culito y yo te lo voy a coger bien cogido porque lo digo yo! Después de todo te estoy haciendo un favor porque ¡vamos!, soñabas con esto. Así que preparate, porque cuando venga otra vez, me lo vas a entregar, yo te voy a meter bien la verga, vas a portarte bien y obedecerme en todo, ¿ahora sí entendiste?
-¿Pero quién es usted?
-¿Otra vez? Ya te dije que lo vas a saber, cuando sea tiempo, mientras tanto hacete a la idea de que te voy a coger; y otra cosa, (ya me estaba olvidando lo principal, no sé donde tengo la cabeza) mañana, escuchame bien: paso para buscar la plata.
-¿La plata? ¿Qué plata?
-Vos traé plata.
-No. Usted está loco, yo no voy a traer nada..., no tengo dinero, apenas gano para mantener a mi familia.
-Ah, mirá qué problema. Lo conseguís, y punto.
-Nunca.
-¿Nunca? Está bien. Hacé como te parezca, después no te quejes de que no te avisé.
-¿Después?
-Después de que pierdas tu laburo, pelotudo. Conozco a Rivano. Lo conozco a él y al dueño de este tugurio. Imaginate cómo se van a poner cuando les diga que el encargado del vestuario de hombres es puto. Vos no sabés el lío que te puedo armar, Rubencito - dijo, mientras se acomodaba la toalla a la cintura.
Rubén se mordió el labio casi hasta lastimarse, masticando también su incontenible bronca.
-Me das tu culito y la plata, y listo, asunto terminado, aquí no ha pasado nada y nadie se enteró de nada - le dijo, acariciando una de sus nalgas.
Rubén negó con la cabeza, avergonzado y a punto de estallar.
-¿No? - sonrió el tipo de bigotes mientras le tomaba suavemente la barbilla - entonces, chau, putito, despedite de tu empleo.
Rubén salió de allí hecho trizas. Sin levantar la vista y temiendo que todos lo miraran, se apresuró a tomar su puesto detrás del mostrador y volvió a su trabajo. Estaba sordo, mudo y ciego a todo en derredor. Nunca nadie lo había humillado así. La gente del vestuario entraba y salía sin reparar en él, todo transcurría como si nada hubiera pasado, pero Rubén, en su interior, afrontaba un huracán de furia.
Al rato, el tipo de bigotes, que ya se había vestido, tomó sus cosas y se acercó hasta Rubén, que permaneció inmóvil y sin mirarlo a la cara. El hombre le tiró un sobre de papel con algo adentro.
-Tomá, para nuestra próxima cita, quiero que la uses, cariño. Mañana paso a buscar la guita, traé diez de los grandes, empezaremos con esa cifra, después veremos.
El tipo desapareció.
Cuando Rubén metió la mano en el sobre, tocó una tela muy suave, y al sacar lo que había adentro vio, asqueado, que se trataba de una prenda de lencería femenina,  transparente y diminuta.

(Continuará el próximo lunes)


FrancoAgosto 2007

Rayita

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Sí, ya lo sabemos, lo hemos vivido cientos de veces. Escenas como esta se repiten una y otra vez cada vez que llamamos al plomero cuando el caño pierde o el desagüe gotea. Y allí están ellos. Se empeñan en mostrarnos la rayita del culo asomando descaradamente ante nosotros, que, estupefactos (y a sabiendas de que eso inevitablemente va a suceder) nos regodeamos -disimuladamente o no- con el espectáculo en escena, sea quién sea el actor. Sí, para ellos este show es natural.  Cada vez que sea menester agacharse: ¡rayita!. Es infalible. No debe sorprendernos que exponer así la rayita sea parte de su trabajo, si hasta a veces pienso que tal exhibición está incluida en el precio de los honorarios, de lo contrario, ¿cómo se justifican esas tarifas tan altas?
Pero, dejando a nuestros amigos los plomeros (fontaneros, según la región), el ritual de la rayita se percibe, contundente, en otros tantos gremios relacionados todos con el mantenimiento habitacional. Podemos constatarlo cuando contratamos trabajadores de distintos rubros, por ejemplo:
Viene el recolector de residuos y toca a mi puerta para saber si quiero que me recoja ¿qué cosa?, pregunto, estos escombros, me señala, ¿son suyos?, sí, se los llevo por cien pesos, no, no tengo, le digo, bueno, entonces ochenta, insiste, cincuenta que no tengo más, contraoferto, y el tipito accede gustoso. Se baja del camión, el compañero desde la cabina acciona la grúa y él controla que todos los cascotes entren. Cuando va a maniobrar la inmensa grúa levanta las manos sin darse cuenta que el pantalón está por debajo, muy por debajo, de su cintura.. y...: ¡rayita!
Viene el colocador de la cortina roller que encargué hace tres semanas. ¡Al fin! le digo, me dijeron que iba a estar hace una semana y media, disculpe, jefe, me dice ¿dónde se la pongo?, aquí nomás, pero póngala bien firme, le digo entusiasmado al ver que por la camisa abierta el tipo rebosa de salud pilosa. La cortina se cuelga desde el vano superior de la ventana ¿por qué entonces se tiene que agachar? y la cuestión es que se agacha para no sé qué, así que... : ¡rayita!
Viene el electricista a instalar un artefacto de luz. Obviamente, en vez de agacharse, el tipo tiene que estirarse hasta el techo. De paso me regala unas terribles axilas peludas, ya que usa una remerita sin mangas que, por supuesto, se le levanta toda y deja al descubierto un precioso treasure trail, pero, al darse la vuelta: ¡rayita!
Cerrajero. Este se hizo desear. Tuve que llamarlo como tres veces. Tengo mucho trabajo, me dice. Seguramente a cada cliente tiene que mostrarle la rayita, y sí, esto lo ocupa todo el día. Finalmente viene. Es para poner el zócalo de acero inoxidable en la puerta de calle. ¿Zócalo? Oh, sospecha. Me quedo para corroborar lo esperable y mientras él trabaja reconcentrado, me muestra la: ¡rayita!
Y estos son sólo unos pocos ejemplos. Deben sumarse también: albañiles, contratistas, pintores, gasistas, carpinteros, colocadores de pisos, destapadores de cloacas, vidrieros, ceramistas, jardineros y técnicos de todo tipo de cosas (éstos son los peores)
No sólo en la intimidad hogareña se dan estas situaciones peligrosas. Mantener una casa llega a ser una tortura. Una ocupación insalubre, además de cara. Si uno cree que escapar de casa es la solución para mantenerse a salvo de estos infartantes avistajes, estamos completamente equivocados. Allí, en la jungla de cemento, estaremos rodeados de: ¡rayitas!
Desde el tipo que se sube a horcajadas al colectivo que se le va, pasando por el operario que arregla los pozos del pavimento, los repartidores, los repositores del supermercado (ah!, esos son terribles), los del teléfono, los que se treoan a los postes para tirar los cables, los barrenderos, los encargados de los edificos, los ciclistas, los vendedores ambulantes..., y sigue todo tipo de especialidades.
Más allá de cada ocupación, las rayitas nos amenazarán día a día, sobre todo en la estación estival. Miles de hombres repetirán siempre el extraordinario rito de la rayita. El cielo nos proteja.
Y las imágenes que siguen no me dejan mentir.













































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