A veces me asomo a la ventana y miro la calle desierta y silenciosa. Alucino con que él aparecerá en la esquina acercándose despreocupado y, como si nada de todo esto estuviera pasado, llamará a mi puerta. Y nos abrazaremos como si no fuera riesgoso hacerlo. Y nos besaremos sin temer nada. Y haremos de mi cama el refugio perfecto para nuestra impúdica desnudez compartida y el escenario inevitable de nuestro amor por las horas que vendrán.
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Vendrá
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